Descansando en su Sonrisa...

Viernes 29 de Noviembre de 2019 (empecé...)
Miércoles 4 de Marzo de 2020 (etcétera...)
Hoy escribo en silencio.


Heme aquí una vez más, encontrándome conmigo mismo para poder decirme lo que siento, para poder soltar al aire algunas palabras con el único fin de dejarlas libres y que ellas sepan definir su propio destino.

No es mera casualidad que caiga cada vez menos frecuentemente en este espacio que creé con el propósito de contarme cosas, de mirarme por dentro, de poner en palabras las cosas que me pasan y no dejan de sonar, de repetirse, de regresar, de taladrar en la cuerda más sencilla y sutil de mi organismo, haciendo resonar en lo profundo de mi ser sentimientos que no se dejan percibir fácilmente.

Muchas veces dejé pasar el momento para volver acá y quedarme un rato quieto, esperando que, de una vez por todas, las palabras hagan lo que tienen que hacer y barran, como el viento, todo lo que necesito mirar a distancia para poder percibir de qué se trata todo esto. Pero eso no pasaba, no pasaba porque la palabra no era libre, me había aferrado tanto a ella que era imposible dejarla ir para poder ver, poder cerrar los ojos y descansar en un recuerdo liviano, poder sentir de nuevo esa calma que se alcanza al momento de contemplar eso que ya estuvo dando vueltas en el corazón y en la mente pero, de ahora en adelante, a la distancia.

Quizás es el miedo a encontrar cosas que no quiero ver, ni sentir, ni pensar; quizá miedo a la certeza de mi vulnerabilidad, que se manifiesta frente al paso del tiempo; ese pasar del tiempo que se lleva consigo tantas cosas...

En todo este período de silencio que pasó, voluntariamente dejé que el tiempo se lleve muchas cosas que no sumaban nada a mi vida, imágenes que yo mismo creé y sostuve durante mucho tiempo pensando que eran cosas que se debían hacer, actitudes que se debían tener frente a muchas circunstancias de mi vida, tan sólo porque las voces de la mayoría así opinaban y sugerían. Y con esto no busco echar culpa a nadie más que a mí mismo, porque cada una de esas imposiciones fueron generadas por mí, yo mismo las creé; tal vez porque tras ellas encontraba la posibilidad de poder ocultar muchas cosas que yo mismo no era capaz de hacer, de afrontar, de juntar el coraje para poder tomar una decisión y hablar, de dejar libres esas palabras que estaban cautivas de mi propia inseguridad.

Hace un tiempo leí un libro que me llevó a escribir unas palabras y hoy quiero volver sobre ellas mismas. En ellas decía que "la vida no está precisamente en lo necesario, en lo estrictamente ordenado y mecanizado. La vida es animarse a crear y dejar ser a nuestra libertad más allá de los límites de lo que es seguro que hay que hacer, tan sólo por que es necesario. Ahí hay riesgo, ahí hay incertidumbre y quizá eso sea lo que nos lleva muchas veces a evitar crear. Pero la risa viene a salvarnos de lo estático, de lo rígido, de lo mecanizado, para recordarnos en cada momento que la vida va por otro lado".

Con todas estas ideas dando vuelta en mi cabeza, quizá un poco desordenadas, no puedo dejar de pensar en su risa, en su sonrisa. En esa sonrisa que hoy ya no se encuentra al alcance de mi abrazo, de una mirada en la que toda palabra sobraba porque ya todo estaba dicho. Esa sonrisa que quedó grabada en mí como esas marcas que penetran hasta el alma, que me hacen entender ahora todas las palabras que alguna vez pude escribir y pensar y decir. Porque cuando todo alrededor de esa sonrisa era oscuridad y soledad, ella nunca dejó de regalarla para que hoy finalmente pueda entender que la vida va por otro lado.

Esa sonrisa hoy me inquieta en los sueños en donde tan claramente se me manifiesta, porque hace que pueda darme cuenta de todo el tiempo que perdí al estar enojado por no poder hacer nada más por ella. Y a pesar de mi enojo, de mis sentimientos de impotencia frente a una realidad que no podía cambiar, de mis preocupaciones, de mis miedos, su sonrisa siempre fue su carta de recibimiento, su regalo silencioso, su bendición de despedida; el regalo que nada ni nadie me va a poder quitar porque hasta que me soltó la mano en el momento que su fuerza ya no la acompañaba ella no dejó de dibujarla y contagiarla.


«Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura».

Martín Descalzo